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"La vida se ríe de las previsiones y pone palabras donde imaginábamos silencios y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a encontrarnos."
José Saramago

noviembre 24, 2009

30 DE MAYO...

"Lo que te dije el otro día sobre la pintura es aplicable a la poesía: basta con conocer lo que es bello y atreverse a expresarlo. En verdad, no se puede decir más en menos palabras. He asistido hoy a una escena aque fielmente referida, sería el mejor idilio del mundo; pero poesía, escena, idilio..., ¿qué falta hacen? ¿Es preciso, cuando debemos interesarnos en una manifestación de la naturaleza, que se halle artísticamente combinada?
Si después de este exordio esperas oír algo grande y sublime, te llevarás un gran chasco; es pura y simplemente un joven aldeano el que me ha inspirado esta irresistible simpatía...Como de costumbre, referiré mal y, como de costumbre, me encontrarás, según creo, exagerado. Es Wahlheim, y siempre Wahlheim el que produce estos extraños casos.
Se había formado una reunión, bajo los tilos, para tomar café. Como no me hacía mucha gracia, inventé un pretexto para echarme fuera.
Salió un joven de una casa inmediata y se puso a componer el arado donde yo había dibujado poco antes.
Me agradó su aspecto y le dirigí la palabra, preguntándole por su manera de vivir. Pronto nos hicimos amigos y, como siempre sucede con esta clase de gente, pronto hubo confianza entre los dos. Me contó que servía a una viuda que le trataba a maravilla. Por lo que me dijo y por lo grandes elogios que hizo de ella, conocí al punto que el pobre estaba enamorado. Me dijo que la viuda ya no era joven, que había sufrido mucho con el primer marido y que temblaba ante la idea de contraer nuevas nupcias. Su relato hacía ver de tal modo hasta qué extremo era a sus ojos bella y encantadora, y con cuánto afán deseaba que se dignase elegirle para borrar el recuerdo de las faltas de su primer marido, que yo debería repetírtelo palabra por palabra, para darte cabal idea de la inclinación desinteresada, del amor y de la fidelidad de este hombre. Necesitaría el talento del mejor poeta para pintarte al mismo tiempo, de una manera expresiva, la animación de sus gestos, la armonía de su voz y el fuego celestial de su mirada. No, no hay palabras que puedan reproducir la ternura que rebosaba todo su ser y su expresión; cuanto yo te dijera sería pálido. Me conmovió particularmente el verle temerosos de que yo pudiera formar injustos pensamientos sobre sus relaciones o dudase de la intachable conducta de la viuda. El placer que experimenté oyéndole hablar de su figura y de su belleza que, sin tener el encanto de la juventud, le atraía irresistiblemente y le encadenaba, no puedo explicármelo más que con el corazón. Nunca he visto un deseo apremiante, una pasión ardiente, unido a tanta pureza. Sí; puedo decirlo; nunca había imaginado ni soñado que existiese tal pureza. No hagas burla de mí si te confieso que, al recuerdo de esta inocencia y de este candor, me abraso en oculto fuego, languidezco y me consumo. Ahora, deseo encontrar pronto ocasión de conocerla...; mejor dicho, y pensándolo bien, deseo evitarlo. Más vale que la vea por los ojos de su amante; acaso los mios no la verían de la manera como ahora la ven, y ¿qué gano en privarme de esta hermosa imagen?"




Werther
GOETHE

FRASES CELEBRES I...

"Nada sobre esta tierra puede detener al hombre que posee la correcta actitud mental para lograr su meta.
Nada sobre esta tierra puede ayudar al hombre con la incorrecta actitud mental"

Thomas Jefferson


"Si amas la vida, no pierdas el tiempo"

Benjamin Franklin


"Vive como si fueras a morir mañana.
Aprende como si fuera a vivir siempre"

Mahatma Gandhi


"Hszte lo que eres"

Proverbio oriental



noviembre 22, 2009

PLATERO

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negros.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas...Lo llamo dulcemente: "¿Platero?" y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paseo sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo vestidos de limpio y despaciosos se quedan mirándolo:
- Tiene acero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.





De Platero y yo, Elegia Andaluza (1907-1916)
Juan Ramón Jimenez

noviembre 20, 2009

"EL PAIS VIEJO"

Mi hijo Santi, de 5 años, me dice - mami, yo quiero ir al país viejo donde nací-
País viejo??- le digo yo, y en eso recuerdo un pasaje del libro de Brian Weiss titulado El mensaje de los sabios donde dice algo como que los niños pequeños recuerdan parte de su vida pasada, que si les preguntamos acerca de cuando eran "grandes", ellos te cuentan...

-País viejo?- seguí yo-
-si, donde yo nací antes- sigue Santi.
-Y...cómo era ese país viejo donde vos naciste antes?
-Habían cañones, helicópteros y soldados
-estaban en guerra?-le pregunte
-si-me dice
-y vos como eras?, eras así chico como ahora?
-no, era así-poniendo la mano a la altura de sus rodillas
-eras más chiquito que ahora!, eras un bebe!?
-sí
-y habían otros nenes?
-si, habían muchos, yo tenía 2 hermanos- mostrándome dos dedos

A todo esto, a cada pregunta que le hacia lo miraba a los ojos y le decía, vos me estas jodiendo?, pero no, él me hablaba en serio, sus ojos no mentían.

- y papá y yo estábamos?
-si, estaban
-y qué eramos tuyo?ahí también eramos tus papás?
-si...
-y eramos iguales a como somos ahora, yo tenía el pelo negro?
-no, lo tenias como...la luz-señalando hacia la lampara, no sé si quiso decir del color de la pantalla beige ó del color de la luz blanca.
-y papá tenía el mismo color de pelo que ahora?
-si...mamá yo quiero volver al país viejo donde nací antes, porque yo tenia dos hermanos...
-bueno, pero ahora estás acá con mamá y papá y con Fede, no te gusta estar con nosotros?
-si, me gusta, pero podemos estar todos juntos...

Me invade la emoción cada vez que hablo con mis hijos, por distintos motivos, por la sabiduría que tienen a pesar de las edades, 5 Santi y 14 Fede, y en este caso en mi pecho sentía que estaba compartiendo información tan vieja como el tiempo.Safe Creative #0912315233366





EL ALMOHADON DE PLUMAS

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.



Horacio Quiroga

noviembre 14, 2009

DEL AMOR

EL SABIO

Olvidadas están las glorias
De los intrépidos conquistadores,
Pero ni aún cuando se acabe el tiempo
Olvidaremos a los grandes amores.
En el corazón de un macedonio imaginamos
Un campo de muerte y dolor
Mientras que el corazón de Qais* hallamos
Un venerable templo dedicado al amor.
Y en el triunfo del primero
Sólo Hallamos una derrota ignominiosa,
Mientras que el fracaso del segundo
Se convierte en victoria jubilosa.
Pues el amor sólo en el alma mora,
No en el cuerpo, y como el vino
Debe animar nuestro espíritu
Para recibir el don del Amor Divino.
Y desde el trono impusieron su opresión.

EL JOVEN

En el bosque no hallan rastros
De aquellos que amaron con pasión;
Como reyes rigieron y reinaron
Son nada más que palabras desvaídas
En las páginas de su crimen;
La desbordante pasión, en sazón,
En todo el bosque, reina sublime.


(*Quais: Majnun Laila (el hechizado de Laila), amante ideal para los árabes)
Tomado de La Procesion
Khalil Gibran

LA NIÑA, EL PRINCIPE Y EL CAFE CON LECHE

La infancia y la adolescencia, esas dos épocas de mi vida que ahora me parecen tan remotas y extrañas como un cuento, ¿me han pertenecido realmente? ¿Fui yo, de veras, aquella niña vivaz y esta jovencita huraña, silenciosa y apasionada que veo en el recuerdo a una luz de sueño? ¿Y fue mi casa esa pequeña casa antigua, blanca, con un gran patio lleno de rosales entre las coles? Mi madre desciende los tres escalones de la puerta del comedor, con su ancho delantal con puntillas, su vestido de muselina clara, el pesado moño sedoso sobre la nuca, y vuelvo a oír su voz aguda:
-¡Susana!
Una cabeza coronada de apretadas trenzas castañas surge entre la maraña de gajos con que una enredadera de caracol millonaria de caprichosas flores retorcidas, protege una especie de túnel abierto entre el muro, guarnecido de hiedras y la balaustrada de la escalerita de madera que baja hacia la quinta:
-¡Estoy aquí, mamá!
-¿Qué haces que no vienes a tomar el café, criatura?
-No puedo, mamá. Me robó el mago Sietededos, y mientras no llegue el Príncipe Afortunado, que ha de libertarme, tengo que seguir presa en esta horrible cueva.
-¡Ven en seguida a tomar tu café, Susana! ¡Ah, Dios mío, esta criatura parece tonta! Las cosas que se le ocurren, y las rarezas que hace. ¿A ver? ¿Ya volviste a sacar la colcha de tu cama para disfrazarte? ¡Y otra vez con mi prendedor de coral y el abanico de Fernanda! ¡En seguidita a dejar todo eso en donde lo sacaste! Y a la mesa, también, en seguida.
En las oscuras pupilas de la niña hay una luz obstinada y una expresión ausente. No la entienden. Ella es una princesa cautiva, con su manto de púrpura, su broche de rubíes y su abanico de plumas de faisán. Sube despacio los escaloncitos carcomidos, arrastrando la cola de raído damasco carmesí, en la que un desgarrón que luego mamá coserá rezongando, enhebra una rizosa hojuela de helecho arrancada de la planta durante la lucha con el hechicero. En su cabecita de siete años retumba el galope del alazán de su caballero que corre a libertarla, y en sus oídos resuena el rumor de las trompetas y los pífanos de la comitiva regia. Pero ella ya no estará en la cueva cuando Afortunado llegue a salvarla y a pedirle su mano. Culpa de mamá. Mamá no comprende y se empeña en que beba su taza de café con leche y se atiborre de tostadas. Los ojos inocentes, abiertos ávidamente al mundo de la fantasía, se llenan de lágrimas. Pero está bueno este aromático café del Brasil, que papá y sus hombres pasaron de contrabando por la frontera de la Mina, es sabrosa esta amarilla manteca traída de la chacra ayer mismo; y el tazón de loza orlado de pimpollos rosados y mariposas doradas que vuelan sobre un pastor y un pastora que se están besando, encanta a Susana, amiga de las cosas bonita.
Todo está muy bien, y Susana empieza a sentir un apetito que le envidiarían las reinas, hartas de arroz con leche y almíbar perfumado de limón. Mamá la mira de reojo, sonríe, y dice, señalando la taza semivacía:
-¿Quieres que vuelva a llenártela hijita?
Y por un rato, en el terrible subterráneo cubierto de un laberinto de enredaderas fragantes, el mago Sietededos y el Príncipe Afortunado fraternizan en el olvido de la princesa que despacha con un apetito absolutamente candoroso y plebeyo su segunda taza de café con leche y la última rebanada de pan casero con manteca amarrilla que pone la garganta suave como una gamuza. A los siete años la imaginación es fácilmente sofocada por el estómago, amo imperioso. Y filosóficamente, Susana, envuelta en su manto real de viejo damasco y el abanico de lentejuelas de oro junto a su platillo, se consuela de la aventura trunca, dando fin, cumplidamente, a la nutritiva merienda.
Sus redondas mejillas echan fuego y le rebrillan los puro ojos que ya se encargará la vida de nublar más adelante, cuando nada pueda consolarla. ¡Ah, muchas veces, después, su plato quedará intacto ante ella, inapetente y melancólica por sus seños desvanecidos y sus esperanzas frustradas!


De Chico Carlo
Juana de Ibarbourou


noviembre 11, 2009

RIMAS

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma
una aurora,
y éstas páginas son de este himno
cadencia que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

********************************




*********************************

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuanta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas.

- ¡Ay!- pensé- ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "Levantate y anda!".


Rimas
Gustavo Adolfo Bécquer

LA CANCION DESESPERADA

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!





20 Poemas de amor y una Canción desesperada
Pablo Neruda

noviembre 08, 2009

CORAZON CORAZA

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.




Mario Benedetti

noviembre 06, 2009

FRASES CELEBRES...

" No son las especies más fuertes las que sobreviven, ni tampoco las más inteligentes sino las más proclives al cambio"


Charles Darwin


" A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota"


Madre Teresa de Calcuta


EL AGUILA Y EL HOMBRE

Habiendo un hombre cogido a un águila, le arrancó las pluma de las alas y la puso entre unas gallinas para que allí viviese. Creciéronle, sin embargo, de nuevo las alas al águila, al cabo de algún tiempo, y echando a volar pilló una liebre y se la trajo al hombre en muestra de agradecimiento porque le había perdonado la vida.
Sabido esto por una zorra, le dijo al hombre:

- No des acogida como hasta aquí a esa ave, no sea que te cace a ti como ha cazado a la liebre.

Oyendo esto, el hombre volvió a despojar al águila de sus pluma.

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JUSTO ES MOSTRARSE AGRADECIDO CON LOS BIENHECHORES PERO TAMBIÉN ES BUENO PRECAVERSE CONTRA LOS PERVERSOS

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Fábulas Completas de Esopo

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